lunes, 30 de abril de 2018

"Colibrí" en Boulogne. Marcela Cabutti.

Colibrí (Boulogne)


Foto: Adriana B. Ortolani, 2018

Emplazamiento: rotonda de Camino Real Morón y Panamericana, Boulogne. Se destaca en la entrada del populoso Barrio San Isidro, que colaboró en su concreción a partir de talleres con los alumnos de las escuelas de esa comunidad y la participación vecinal (1).

Descripción:
Escultura en acero pintado que presenta a un colibrí suspendido en el aire en pleno aleteo y sobre un conjunto de flores. A través de su largo pico liba el néctar de una de las pomposas flores amarillas del espinillo. Son seis flores y cada una de ellas, corresponde, simbólicamente, a una localidad del partido de San Isidro (Acassuso, Beccar, Boulogne, Martínez, San Isidro y Villa Adelina), según la intención de la artista.

Tiene una altura de más de seis metros por tres de diámetro y un peso de más de dos toneladas (1).


Foto: Adriana B. Ortolani, 2018

Foto: Adriana B. Ortolani, 2018

Foto: Adriana B. Ortolani, 2018



Autor: Marcela Cabutti

Cabutti, Marcela

Nació en  1967 en La Plata.
Realizó estudios en la Universidad Nacional de La Plata donde se recibió de Licenciada en Escultura y  Profesora de Historia del Arte.
Participó entre  1995-96 del Taller de Barracas (escultura, instalación y objetos) dirigido por  Luís F. Benedit y Pablo Suárez con el apoyo de la Fundación Antorchas. Esta misma Fundación apoyó su Stage en el Master en Design e Biónica, Centro di Ricerche Istituto Europeo di Design, Milán, Italia, como así también su residencia durante 1998-1999 en  Delfina Studio Trust, en Londres. En el 2000 recibe la beca de  Médicis Foundation para participar de la Residencia para artistas en Duende Ateliers, Rótterdam y es el Centro Cultural Recoleta quien inicia un programa de Intercambio con U.S.A. que le permite trabajar en el  Columbus College of Art and Design (Ohio) en Vidrio soplado, experiencia que ya había iniciado años antes con el artista Pino Signoretto en Murano Venecia.
Obtuvo los siguientes premios Primer Premio Bienal de Arte Joven. Sección Escultura. Buenos Aires, Premio Regional Adquisición en la sección de Esculturas y Objetos en el Premio Argentino de Artes Visuales, Fundación Osde, Capital.
Entre sus muestras individuales se pueden destacar “Argentine Arcadia”, con Millán, en Galería Spanierman, Nueva York, USA, “Jardines y Jardines”. Mañana, tarde y noche .713 Arte Contemporáneo, “Historias de los Dibujos”, Macaya & Súarez Battan, “City Bell”, Galería Luisa Pedrouzo, "Bat", Galería María Cilena, Milán Italia, "Move in", Centro Cultural Islas Malvinas, La Plata, Esculturas y Objetos, Galería Alberto Elía. Se puede hallar referencia bibliográfica de su obra en “Artistas Argentinos de los 90”, editado por el Fondo Nacional de las Artes, 1999.Catálogo “Colección Alberto Elía – Mario Robirosa”; “Un momento en el arte argentino”, 2004. Macro, Catálogo de la Colección del Museo de Arte contemporáneo de Rosario, 2004.Arte argentino, “Cuatro siglos de historia (1600-2000)”, Jorge López Anaya, 2005, editado por Emece arte.
Actualmente vive y trabaja en Villa Elisa, La Plata donde además de su obra individual  ejerce la docencia en la Universidad (2).


Reseña histórica:
Fue inaugurada el 27 de septiembre de 2017. El acto se desarrolló en horas de la mañana y asistieron un centenar de vecinos. La escultura realizada por la artista Marcela Cabutti celebra la naturaleza, lo autóctono y la resurrección (en palabras de su creadora).
Esta obra es parte del Programa de Emplazamiento de Esculturas en Espacios Públicos del distrito, con el objetivo de celebrar las identidades locales y embellecer la vía pública del Municipio.

El intendente Gustavo Posse presidió la presentación de la escultura de acero pintado, que tiene una altura de más de seis metros por tres de diámetro y un peso de más de dos toneladas.

“Buscamos que los vecinos tengan algo que fortalezca su sentido de pertenencia. Luego de tanto romper las calles y veredas para llevar a cabo las obras que son prioritarias pero no se ven, como los desagües pluviales, reservorios y redes de agua potable, llega el momento de embellecer el distrito para que se vuelva un espacio de disfrute”, expresó Posse (1).

Con la presencia de vecinos, alumnos, docentes y directivos de las escuelas del barrio, durante el acto se proyectó un video que reflejó no sólo la compleja tarea de emplazamiento de la obra, con la ayuda de las áreas comunales de Espacio Público y Obras Públicas, sino también la reciente realización del Corredor Cultural de Arte Resiliente y Convivencia Barrio San Isidro, donde la Fundación Pinta Argentina, convocada por la comuna, hizo 24 intervenciones en distintos paredones con la ayuda de artistas urbanos de ése y otros barrios.
Aplausos de los chicos cada vez que en la pantalla aparecía uno de sus docentes, agradecimientos de vecinos y conceptos como “iluminar el barrio con arte” fueron surgiendo en el video. “Los chicos participaron con entusiasmo en los talleres, dibujaron colibríes y quedaron maravillados con la escultora y los docentes”, dijo Liliana Tacchetti, directora de la Escuela N° 24 (3).

“Esta escultura profundiza el sentido de pertenencia del Barrio San Isidro, Boulogne, el Bajo Boulogne, Santa Ana, El Jardín y La Horqueta, y es la parte final de un largo proceso que contempló las obras urbanísticas más trascendentales, las subterráneas, como los aliviadores, las redes de los servicios esenciales. Luego sí, llegó lo que está en superficie, el asfalto, los parques, los Campos de Deportes. Colibrí -aseguró el intendente Gustavo Posse- es disfrute y fruto de toda esa obra, la que más costaba y postergaba”.

Eleonora Jaureguiberry, subsecretaria general de Cultura de San Isidro, expresó que las obras de este plan son comisionadas por el gobierno municipal con un tema determinado. “Son pocos los artistas en el país capaces de resolver el problema de la escala, trabajar con materiales que soporten con hidalguía el paso del tiempo y que, a su vez, de un modo sensible, eficaz y técnicamente impecable reflejen en sus obras, quiénes somos, cómo nos vemos, quiénes queremos ser y cómo nos proyectamos hacia el futuro”, expresó la funcionaria.

Cabutti, cuyos temas escultóricos suelen incluir naturaleza y formas orgánicas, habló de símbolo de esperanza y vida, al referirse a la obra, y agradeció haber  podido pensarla con lugar específico y con los chicos del barrio. “Ellos la van a cuidar y disfrutar. La cercanía con el cementerio –agregó- reforzó la idea del colibrí, que en muchas culturas representa las almas de los seres queridos que ya no están y vienen a saludarnos y decirnos que están bien”.
Como parte de estos trabajos conjuntos, el área municipal de Ecología plantó en el interior del barrio unos 70 ejemplares de 20 especies para atraer coloridas mariposas, y salvias guaraníticas en torno de la escultura para que muy pronto muchos más colibríes iluminen la rotonda (3).


Procedencia de datos:

(1) www.sanisidro.gob.ar/noticia/1132/san-isidro-inauguro-una-nueva-escultura-en-boulogne
(2) www.cabutti.com
(3) www.sanisidrocultura.org




En la Central de Procesos de San Isidro, sobre Av. del Libertador 16.802, la muestra “Colibrí, el proceso de una escultura” tiene como expositora a Marcela Cabutti. A continuación, el texto del video y algunas imágenes del procedimiento escultórico. 



Foto: Adriana B. Ortolani
Foto: Adriana B. Ortolani

“Mi nombre es Marcela Cabutti, soy escultora, de la ciudad de La Plata, y docente de la Universidad. Lo que les voy a contar es el proceso de un proyecto escultórico para el partido de San Isidro que se llamó Colibrí”.
“Consiste en una pieza escultórica de seis metros de altura, cuyo objeto principal es un colibrí libando seis flores de espinillo que representan a  las seis localidades que conforman el municipio de San Isidro. Parte esta imagen de una conjunción que tomé como referencia de la bandera de San Isidro y de la insignia del Parque Natural Municipal Robera Norte”.
“La primera etapa del modo de trabajar de este proceso de trabajo alrededor de las esculturas es conocer el barrio, hablar con los vecinos y recorrer la zona. Lo que visité fue también la Reserva Natural de San Isidro donde entré en contacto directamente con  las especies en esta zona costera. El equipo de la reserva me acompañó en todo ese proceso de entendimiento de la etología y además generó una acción acompañando este proceso de plantar especies autóctonas para atraer mariposas y colibríes a la rotonda”.
“Luego de esta primera etapa de reconocimiento del lugar puedo definir que la imagen que quería para este lugar tenía que ver con este colibrí que representa para muchas culturas las almas de los seres queridos que vienen a visitarnos y decirnos que están bien. Esto sobre todo, teniendo en cuenta que hay un barrio construido en las cercanías del Cementerio de Boulogne”.
“Luego que defino cuál es la imagen, realizo los primeros bocetos a mano alzada y presento un informe para dar a conocer cuál es la idea a partir de un render de modo tal de tener una idea de qué dimensiones va a tener el proyecto. Parto de figuras geométricas básicas realizadas en metal las cuales voy componiendo a partir de los cortes que hago a esas figuras geométricas, vamos dando forma al cuerpo del colibrí. Y antes de cortar algunas piezas, un elemento clave con el cual yo defino las medidas finales de esta pieza es la construcción en escala uno en uno en cartón. Como el metal es oscuro, y yo necesito ver el contorno en un color iluminado, directamente pinto con témpera, con algún elemento soluble en agua, para que se me pueda poder dibujar el contorno y el cuerpo del colibrí”.




 “En el momento en el que había que definir las dimensiones de las flores de espinillo, decidimos que íbamos a inflar globos, para poder entender cuál era la vinculación de escala entre el ave y las flores. Entonces compramos globos de los comunes y globos de piñata”.

“Nosotros siempre trabajamos con la colaboración de un equipo de ingenieros que hacen cálculos estructurales porque lo dificultoso de esta pieza era que yo quería que toda la escultura se sostuviera a partir del pico, con lo cual había que hacer un muy buen cálculo, para poder establecer cuál era el diámetro menor pero que a su vez fuera lo más seguro posible para poder mantener estabilidad”. 





“Para construir los espinillos utilizamos garrafas antiguas, las cuales cortamos en dos mitades y soldamos una faja para lograr un mayor espesor. Hicimos como un simulacro de escena dentro del taller de modo tal de poder establecer exactamente la disposición que esas piezas iban a tener. Suelo cambiar a veces las disposiciones en función de lo que visualmente es mejor para la pieza”.
“En toda esta planificación no solo se pensó que se sostuviera por el pico sino que las alas se pudieran desarmar, de modo tal de poder ser tanto transportado como armado in situ, lo mismo que las flores”.







“Mis documentaciones para poder definir todo lo que tiene que ver con la posición, los colores -en este caso se eligieron colores iridiscentes, es decir que la pintura tiene componentes pequeños brillitos como si fuera la purpurina incorporada en la pintura-,  utilizo fotografías, impresiones fotográficas de alta definición y trabajo mucho con vídeos para poder entender, digamos, el movimiento, además pensé en porque también el colibrí es tan querido, tan representado, tanta gente se los tatúa en el cuerpo, porque además tiene como esa relación con lo infinito, porque tiene la capacidad de poder volar hacia atrás y hacia adelante, de manera continua. Y el movimiento que realizan las alas es como de una forma de ocho, esa forma que representa el infinito”.




“En cuanto al proceso de la pintura, tiene todo un proceso de arenado, un proceso de protección, que vendría a ser como una especie de antióxido, y luego viene la laca color, y sobre la laca color se coloca un barniz que es lo que protege a toda la pieza; pero además es el momento en que realmente uno ve los colores de modo real porque es cuando todos esos brillitos de colores, todo ese metal incorporado sale a la luz”.






“Simultáneamente al proceso de construcción, realizo talleres en las escuelas públicas de la zona de Boulogne, para poner en contacto a los chicos con la idea de la escultura de modo tal que puedan apropiarse y entender cuál es el sentido de la escultura en su barrio. Con la participación y coordinación de Pinta Argentina -una ONG liderada por Victoria, y su conjunto de colaboradores que fueron armando distintos talleres de reciclado, de muralismo-, y también la gente de la Reserva Ecológica, que se acercó a dar explicaciones acerca de la vida de los colibríes. Y pasó una cosa muy linda que un usuario de micro me dijo: “pido ahora el boleto y yo antes decía: ‘’hasta la rotonda’ y ahora digo:’’hasta el Colibrí’”.





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El Colibrí
Por RAMIRO ESCOBAR LA CRUZ*


El pájaro americano

Existen, de acuerdo a los registros más recientes, aproximadamente 343 especies de colibríes en todo el mundo. En Sudamérica son 258. Se les encuentra desde Alaska hasta la zona austral de Chile, en un rango de climas y pisos ecológicos variados, y siempre asociados a plantas de las que se puedan alimentar.
No existen, de manera natural, en Europa y otros continentes. Es un animal únicamente americano, más abundante en las zonas tropicales de esta región y muy importante para las culturas autóctonas como la Azteca, la Maya y la Nazca, que habitó en la costa sur peruana entre los siglos I y VII después de Cristo. La pequeña ave estaba asociada con la fertilidad, la belleza.
Existen aproximadamente 343 especies de colibríes en todo el mundo. En Sudamérica son 258.
De hecho, en la famosa Pampa de Nazca, donde están las líneas y geoglifos legendarios que se ven desde el aire, hay dibujado un colibrí gigante, que mide más de 60 metros de punta a punta de cada ala estampada en el piso desértico. También figura en los huacos (cerámica antigua) de esta cultura. Su presencia podría estar asociada con el agua, un bien preciado en ese lugar.
Entre los aztecas, el colibrí era el símbolo de Huitzilopochtli, el dios guerrero, y se solía pensar que era luchador y que nunca, jamás, moría. De hecho, se estima que en Norteamérica y México hay 57 especies y no deja ser paradójico que sea en el país azteca donde se han reportado más especies de esta ave —que es del género apodiformes y de la familia Trochilidae— en riesgo.
En julio del 2015 se hizo pública una investigación de los ornitólogos María del Coro Arizmendi y Humberto Antonio Berlanga, de la Universidad Autónoma de México (UNAM). Según la misma, siete de las especies de colibríes que viven en tierras mexicanas están en diversos grados de peligro, de acuerdo a la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
La más amenazada sería la denominada coqueta de Atoyac (Lophornis brachylopus), que se encuentra “en peligro crítico”, la categoría más delicada que establece esta organización. Podría correr la suerte de la extinta esmeralda de Gould (Chlorostilbon elegans), que vivió en Jamaica y las Bahamas hasta fines del siglo XIX y que habría desaparecido por daños en su hábitat.
Las últimas investigaciones muestran que la elevación de la temperatura “merma el índice metabólico de los colibríes” y esto afecta su capacidad de aletear y zambullirse en diferentes flores para beber el anhelado néctar
Un colibrí aletea más o menos 80 veces por segundo. Si está en tiempo de apareamiento, el macho puede hacerlo hasta 200 veces en ese mismo lapso para seducir a su próxima pareja. Se estima, a su vez, que comen unas ocho veces por hora, en períodos que duran entre 30 segundos hasta aproximadamente un minuto.
“Para hacer todo eso tienen que procesar la energía rápidamente”, comenta Enrique Ángulo, ornitólogo peruano, que lleva años observando aves (el colibrí entre ellos) en Lima y otros lugares del país. De allí, además, que su corazón, que representa casi el 4% de su masa corporal llegue a latir hasta 1.000 veces por minuto o más. Es una máquina prácticamente imparable.
No es cierto, sin embargo, como sugieren algunas leyendas urbanas o rurales, que sí se paran se mueren. De hecho, durante la noche descansan colgados de alguna ramita, cuando su metabolismo se hace más lento; pero en el día están picando de acá para allá, algo frenéticamente, y según los biólogos pueden comer hasta un equivalente de casi tres veces su masa corporal.
Pues bien, lo que observaron los investigadores en Brasil fue que el aumento del calor disminuyó la velocidad de metabolismo del colibrí colirrojo (Clytolaema rubricauda), una especie que vive en el Valle de Paraíba (oriente del estado de Sao Paulo). A mayor temperatura (entre 25 y 30 grados más o menos), menor índice metabólico. Y, por tanto, menos fuerza y aleteos.


Señales preocupantes

Maria Cecília Barbosa de Toledo, una investigadora, señaló que el problema no eran tanto los colibríes en sí mismos, pues tenían una “alta resistencia térmica” (temperatura corpórea de hasta 40 grados centígrados), sino las flores de las que se alimentan. Solo logran resistir ese calor si tienen el néctar disponible y eso será posible si las plantas siguen allí para ellos.
Estas tendrían, dice Barbosa que “ajustar sus concentraciones de néctar a tiempo como para acompañar los cambios climáticos”. González y César Ortiz, otro peruano que explora el mundo de los colibríes, coincide con esta preocupación y apuntan otro factor que podría incidir en la alteración de la vida de estos pajarillos mágicos y su entorno: la necesidad de desplazarse.
“Hay dos factores que amenazan a los colibríes, la destrucción del hábitat y el cambio climático”, explica González, luego de precisar cómo es que si una pieza del ecosistema se mueve, por la acción del hombre (la agricultura migratoria que tumba bosques, por ejemplo) o por el calor excesivo, todo puede trastabillar. Los colibríes son parte de ese delicado equilibrio.


Salvar a los colibríes, pero cómo

La vida de los colibríes es muy breve, de cómo máximo cuatro años, aunque muchos mueren al primer año de vida. Por la acción de los depredadores que los atacan o porque no alcanzan a alimentarse en el lapso adecuado.
En los últimos años, se han popularizado —por la fascinación que despiertan estas aves y se dice que también con fines de conservación— los bebederos de colibríes.
Entender cómo es la vida de estos seres maravillosos y para empezar, saber que se alimentan de azúcares naturales que están en la cámara de néctar, y de pequeños insectos. Pero como su energía principal proviene del azúcar, esta se le puede ofrecer poniéndola en recipientes con agua. Que, ojo, tendría que ser cambiada al menos tres veces al día para que no se fermente.


Aleteos de libertad

Sin embargo, lo mejor, es no perturbar su hábitat. Si se les quiere atraer es más noble y viable poner abundantes flores en un jardín, no tumbarse al bosque, no aplanar los ecosistemas para poner harto cemento. Entonces ellos vendrán, a alegrarnos la vida y a abrir con sus aleteos encantadores el velo de la vida.
Sobre los humildes colibríes hay, finalmente, algunas especulaciones científicas. Se afirma que podrían darnos la ruta para combatir la obesidad, al estudiar cómo queman azúcares con suma rapidez (hay una investigación de la Human Frontier Science Program Organization al respecto); o que su aerodinámica (vuelos arriba, atrás) inspiró a los helicópteros.
Son todavía un misterio y arroban con una facilidad impresionante. El ornitólogo ecuatoriano Fernando Ortiz Crespo, ya fallecido, escribió un libro sobre los ellos titulado Historia natural de unas aves casi sobrenaturales. En verdad, lo son. Mientras termino de escribir sobre ellas, un colibrí se ha metido a la sala de la casa y no encuentro una explicación a su bella impertinencia.



* Periodista peruano, especializado en temas internacionales y ambientales. Cuenta con un Diploma en Comunicación y Medio Ambiente en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona.

Esta es una parte del artículo publicado en elpais.com/elpais/2017/01/31/planeta futuro, en colaboración con la UN Foundation (United Nations Foundation).


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